Música: Alberto Cortéz (Argentina)
Este es el último poema escrito por Miguel Hernández mientras se encontraba encarcelado por el régimen franquista, aunque aparece sin título la tradición la recogió y mantiene como "Nanas de la cebolla". Se publicó en la Revista Halcón (Mayo 1946).
El poema está dedicado a su hijo, a raíz de recibir una carta de su mujer (Josefina Manresa) en la que le decía que no comía más que pan y cebolla.
En una carta de M. Hernández a su esposa, publicada por Concha Zardoya expresa: ...."El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles te mando estas coplillas que le he hecho...".
Buscando información por la web encontré una explicación interesante del contexto en el que se encontraba el autor en el momento de escribir el poema:
“Nanas de la cebolla” pertenece a uno de los libros más intimistas y más exaltados de la trayectoria literaria de Miguel Hernández. Hemos podido comprobar, que, con motivo de la Guerra Civil española, el poeta alicantino, o más bien su obra, sufre una serie de cambios, si no radicales, bastante evidentes al ser sus distintos poemas comparados entre sí.
Esta composición, una de las más tristes “canciones de cuna” de la llamada Generación del 36, se origina al ser el poeta capturado y posteriormente encarcelado por haber participado en el bando republicano en la sexta división. Hernández escribe a su mujer y su hijo desde prisión explicando con sutileza y maestría, cómo se siente al saberse condenado a muerte, al darse cuenta de que nunca los volverá a ver, abrazar, que no será partícipe de sus vidas, de su futuro, del crecimiento de su hijo, su evolución… morirá entre esas cuatro paredes sin poder remediarlo.
Éste es el último poema perteneciente al “Cancionero y romancero de ausencias”, que el autor empieza a escribir en 1938 (ésta es de 1939), entre rejas, en ocasiones valiéndose tan sólo de un trozo de papel higiénico, a falta de un cuaderno u hojas de papel sueltas. En este libro los protagonistas serán sin duda, el hijo fallecido del autor, la nueva llegada a la familia Hernández, y claro está, su esposa, así como la frustración por la derrota de los republicanos ante los fascistas. Todo esto, claro está, bajo los efectos de las penurias, desolación, el hambre, los tratos vejatorios, la soledad y la desesperanza que producen a un ser humano, el estar enjaulado y condenado a muerte. En 1942, Miguel Hernández cae gravemente enfermo, y muere en el reformatorio de adultos de Alicante. Nanas de la cebolla, y los demás poemas que componen este libro, son, por tanto, los últimos que el poeta alcanzó a escribir en los concluyentes (y dolorosos) años de su vida."
También allí pueden encontrar el análisis del texto.
Aquí vamos con las versiones. Que las disfruten!
Versión: Joan Manuel Serrat (España)
Video:
Versión: Alberto Cortéz y J. M. Serrat
Versión: Enrique Morente (España)
Versión: José Merce, Pasión Vega y Carlos de Pepa - Disco: Ruido (2010)
Letra:
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa
ríete mucho,
que es la risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto,
que mi alma al oírte
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus ojos
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
1 comentario:
Ríete niño.
Publicar un comentario